jueves, 3 de abril de 2014

Heroínas.

En pleno siglo XXI y aún seguimos reivindicando nuestro sitio en la sociedad. Parece increíble, con todos los avances logrados, con lo diferente que ha sido nuestra vida a la de nuestras madres. ¿No os habéis preguntado por qué?

Las mujeres de nuestra década nos hemos convertido en las heroínas de este siglo. Todas, o al menos la gran mayoría; con estudios, profesiones liberales, madres, esposas, solteras, divorciadas, con cargas o sin cargas familiares. Todo un abanico de situaciones en las que nos pasamos la vida demostrando que las mujeres podemos hacer varias cosas a la vez.

Genial, la gran mayoría nos sentimos orgullosas de poder compaginar casi a la perfección nuestra profesión con nuestra vida familiar y social. Y realizadas, porque cuidamos nuestra imagen, vamos al gimnasio, realizamos  todo tipo de actividades fuera de horario (labores, cocina, Inglés, estudiamos...). Pero “casi”. ¡Que fallo! Porque, con todo ello, no conseguimos la perfección. Somos “casi” perfectas madres, amantes, amas de casa… Dejando aparte la vida laboral, porque si quieres llegar a lo más alto en tu profesión, ve olvidándote de ser perfecta en el resto. Antes, las solteras envidiaban a las casadas, ahora es al revés. Añoramos estar un momento a solas para relajarnos y huir para volver a recuperar el ánimo para seguir. Y pensamos “¿Por qué? Si  he conseguido lo que quería en la vida”.

Todo esto me lleva a la conclusión de que no hemos avanzado como deberíamos. No somos heroínas, somos esclavas de nuestra propia libertad, ¡que ironía!

Y es que, no quiero ser perfecta, ni estar siempre impecable, ni ser la mejor madre y esposa del mundo. No quiero ser una Wonder Woman de la década de los ochenta adicta al trabajo. No necesito grandes planes para desconectar, ni decirle al mundo que puedo con todo, porque no es cierto.



A mis cincuenta necesito a los que me rodean, tanto en mi vida familiar como en la profesional sin necesidad de tener que dirigirlo todo. Quiero disfrutar de lo que me gusta con mi familia, con mis amigos y sobre todo conmigo misma. Por fin, a nuestra edad no necesitamos ser perfectas para ser felices.